De los días posteriores al 11-M, una de las cosas que recuerdo es que Internet y los SMS jugaron un papel decisivo. Mientras que en España se mantenía una versión oficial, fuentes externas desvelaron que la situación no apuntaba hacia allí; algo pasaba. Y algo pasó.
Decir que Internet ha proporcionado cosas buenas es evidenciar lo vivido. La comunicación con amigos o familiares lejanos, conocer las noticias por varias fuentes, en tiempo real y sin intermediaciones...
Pero esta evolución no sólo (o no siempre) tiene efectos positivos.
Aunque estoy encantado con este medio, estoy más cercano al creyente poco convencido. Así que cuando tuve conocimiento de este libro (323pp., por ahora sólo en inglés) me decidí a leerlo. Os traslado algunas pinceladas de lo que más me ha atraído, y recomiendo su lectura, al menos por su disonancia respecto al mensaje predominante.
Entre los primeros pasos que da el libro, una de ellas es marcar una distancia entre lo que considera el referente equivocado que se está aplicando sobre Internet como herramienta de apertura democrática: la caída del muro de Berlín y el rol de los Samizdat o de Radio Free Europe.
En un esquema que repetirá con otros estereotipos, Morozov desmonta la falsa idea que los Samizdat ayudaron a la caída del muro. Expone que en algunos casos la llegada de la cultura occidental más bien ayudó a mantener el régimen durante los últimos años. Cita por ejemplo el caso de la señal de televisión que llegaba desde la RFA: Realizaron estudios de satisfacción (lo digo así para que se entienda) sobre la población y comprobaron que la crítica hacia el régimen se acentuaba... cuanto menor era la intensidad de la señal de la TV occidental.
¿Por qué? Pues simplemente porque la gente estaba entretenida mirando los concursos y los shows, se evadían de su rutina diaria y seguían con su vida. El gobierno de Honnecker, a sabiendas de esta situación, decidió no hacer nada. Hasta el momento en que, debido al previsible colapso de la URSS, todo cambió rápidamente.
Al aplicar la idea de los samizdat a Internet se comete un error grave: no todos los regímenes totalitarios tienen las mismas fortalezas y debilidades. El bloque del este era un aparato relativamente más homogéneo en cuanto a estructuras de poder, medios y cultura. Utilizar las mismas herramientas para un mundo tan heterogéneo como el actual tiene poco sentido y muchos peligros, porque no está claro si la introducción de Internet refuerza más a los disidentes o al poder que oprime.
Aplicar los criterios de privacidad de Facebook a Twitter en un país democrático puede provocar situaciones comprometidas, pero... ¿y si se aplica en un país en los que existe un riesgo físico para los disidentes?
Los gobiernos han aprendido a integrar Internet como a herramienta complementaria en sus tres estrategias de control sobre la información: censura, propaganda y vigilancia [surveillance]. La herramienta de la libertad se convierte en represión.
Internet ha potenciado las tres estrategias, pero la última es la más delicada: si tú puedes seguir una cuenta de twitter que te cuenta desde un país determinado lo que está ocurriendo, ¿por qué no lo va a seguir alguien implicado en contra? Si eso sucede, ¿Qué opciones tiene un disidente para garantizar su integridad y la de su entorno?
Es la situación que pueden vivir disidentes que utilizan las redes para transmitir las novedades. ¿Tú les lees? Ellos también.
Para rematar lo anterior, Facebook, Twitter y Google no siempre han ofrecido un mensaje claro respecto a su connivencia/implicación/rechazo en estos contextos. La administración americana (Obama incluido) es foco de críticas por su ambivalencia y por la, siempre según su opinión, poca visión de las consecuencias.
Carga también sobre la afirmación de La próxima revolución empezará en Twitter. Dejando de lado que el único éxito que ha conseguido esta frase es la campaña de marketing gratuita que se ha hecho sobre el servicio del pajarito, Morozov carga contra los ilusos que piensan así.
¿Creen realmente que por unas páginas en Facebook con muchos fans y otros cuantos tweets, el regimen saldrá a la puerta y dirá "tenéis razón, os dejamos el país en vuestras manos"?.
Organizados o no, convocaron huelgas que (probablemente) provocaron más escasez de la que había y/o disturbios, que acabaron desembocando en lo que hemos vivido últimamente.
La cuestión es que Internet se ha demostrado, por lo general, como un mal canal para iniciar revoluciones. No se trata de seguir ni recopilar información sobre. Se trata de hacer la revolución. Y para hacer la revolución es necesario focalizar.
Internet puede ser un excelente canal para la coordinación, pero no está pensado específicamente para ello. Es necesario entenderlo más a fondo para que sirva a los objetivos de acciones organizadas.
Ahora bien, es cierto que para exponer un punto de vista tan diferente es necesario dedicarle espacio. Sus argumentaciones se basan en una buena cantidad de fuentes, que van desde estudios de población, discursos políticos, informes de organizaciones de defensa de los derechos humanos, etc.
Quizá otras propuestas más claras llegarán con una segunda obra, quién sabe.
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