Las tareas técnicas que tengo en mente ocupan el mismo lugar que freír un huevo, abrocharse una camisa o cambiar una bombilla. Contratar a un cocinero, un sastre o un lampista para hacer estas tareas es posible, pero poco eficiente.
Precisamente en estas "pequeñas cosas" (ahora sí, hablo de informática) es donde uno toma el pulso de la introducción de las tecnologías y en cómo afectan a la productividad (y quizá también a la motivación). Mi conclusión personal es que el pulso mejora, pero aún es débil.
Aunque la penetración del ADSL, los móviles y de los servicios web puedan ser buenos indicadores de interés, no lo son necesariamente de resultados. Creo que el componente de usuario pasivo es el principal factor del alza en el uso de estos servicios.
A todos muchos nos han enseñado a abrocharnos una camisa o a cambiar una bombilla, pero en el terreno tecnológico eso no ha sucedido de la mejor manera ni de una forma estructurada. Este déficit se soluciona teniendo cerca a alguien "entendido" en la materia. Desde el denominado" pringao", hasta el compañero de trabajo habilidoso con el ratón y el teclado, el que siempre nos soluciona el mismo problema porque nunca recordamos cómo lo resolvió.
Cuando veo de cerca lo mucho que podrían mejorar algunas situaciones de manejo de ordenadores, me planteo cómo se podría mejorar la calidad de vida, tanto de los usuarios como de sus compañeros habilidosos. De ahí la idea del técnico de proximidad. El término es más apropiado por proximidad que por técnico, pero en cualquier caso es un término y nada más.
No me cabe duda que la introducción de este perfil ayudaría en muchas organizaciones a mejorar la productividad. Pero la productividad es un fin que también pasa por la motivación, el interés, los conocimientos y la organización del trabajo.
En caso de conseguir que la mayoría de miembros de una organización se impliquen en la iniciativa, las mejoras no tardarán en llegar. Quien quiere aprender cuestiones útiles de la informática, aprende rápido dentro de sus posibilidades. Tardar la mitad de tiempo en realizar una tarea monótona es un incentivo suficiente (siempre que el objetivo no sea perder el tiempo).
Después de conseguir estas mejoras básicas pero palpables, la función y los objetivos del TP pueden diluirse. Aún definiendo un plan a medio plazo, la vistosidad de los primeros cambios disminuye. En ese momento alguien puede preguntarse para qué necesitan saber más, si con lo aprendido ya han mejorado.
Este ciclo de aceleración-freno es natural, y puede ser interesante consolidar lo aprendido aplicándolo a servicios de ocio (utilizar la tecnología en el plano personal), utilidades del ámbito personal, o similares. Aumentar las formas de uso de una utilidad mejora el hábito y refuerza la memoria de uso.
A largo plazo, el papel del TP se integrará tanto en la organización que desaparecerá o bien se implicará directamente en las tareas internas. Lo primero puede suceder si la organización tiene profesionales sobradamente competentes en su actividad, y que han asimilado lo necesario para reforzar sus habilidades técnicas. Lo segundo puede suceder si la dirección se percata de lo valioso que puede ser alguien que ha visto trabajar a los empleados y los conoce muy de cerca. Los casos que no buscan lo mejor para todos no merecen ser mencionados.
Lo que no creo que sea beneficioso es que este perfil se institucionalice indefinidamente, ya que en ese momento perderá la espontaneidad. La proximidad con el resto de usuarios desaparecerá, siendo este factor el más importante para el TP.
Por desgracia, no veo cerca la introducción formal de este perfil en el mercado laboral, por lo que es posible que todos aquellos que han asumido informalmente estas funciones lo sigamos haciendo. ¡Qué lástima! Seguiremos teniendo ratos de total improductividad, aunque a veces muy enriquecedores ;-).
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