Emprender probablemente es el último de los pasos de un camino que va desde la detección de una necesidad hasta la verificación de su rentabilidad. Es decir, el paso de "podría estar bien" al "pues quizá me podría ganar la vida con esto". Lo primero se da muy habitualmente, pero como dijera Thomas Edison, el éxito es un 10% inspiración y 90% transpiración. La buena noticia es que el primer 10% es relativamente fácil de llevar a cabo, aunque algo aleatorio.
La biblioteconomía y documentación recoge una buena herencia humanística, combinada con métodos formalmente más cercanos a carreras de corte científico-técnico. Esta mezcla puede ser un buen caldo de cultivo para formar un criterio al respecto de lo que funciona y lo que falla en la gestión de la información. Detectar las causas de la distancia entre el usuario y el servicio, saber seleccionar los criterios de organización que dan valor (y acceso) a la colección.
Sin embargo, y salvo excepciones remarcables, la evolución de la idea no llega al final. Eso en sí tampoco no es remarcable: pocas ideas llegan a término, y aún son menos las que triunfan.
Si algo es cierto, es que el enfoque tan académico de la formación universitaria que he recibido no favorece a una mentalidad creativa, innovadora ni mucho menos emprendedora. Creo que eso viene con la experiencia, el entorno o la necesidad de cada cual. Yo no lo he encontrado en la universidad.
Lo extraño es que en esta época en la que gran parte del volumen del PIB se destila del sector terciario, y con la información, el valor de la marca, los valores y los significados como factores críticos; en esta época los profesionales de la información no han encontrado un lugar claro en la cadena de valor de la información del sector privado.
Hasta la fecha (lo digo sin datos en las manos) podría afirmar que una gran mayoría de los estudiantes titulados en biblioteconomía y documentación que deseen dedicarse a lo que han aprendido en la facultad, estarán trabajando en una biblioteca o archivo, aspiran a ello o están pensando en la administración pública como fuente de empleo. Reitero que no tengo datos: es un tema que tengo pendiente.
Esta situación prácticamente equipara la profesión a una especie en cautividad: al no introducirse en el sector privado de forma clara, es difícil iniciar un tanteo de oferta-demanda sobre lo aprendido y lo necesario: permanecer en un ecosistema controlado no es garantía de supervivencia. Da igual si hablamos de autoocupación o de trabajar por cuenta ajena. Probablemente todos conozcamos casos, pero no son habituales: las instituciones públicas siguen siendo los mayores empleadores de profesionales de la información.
Esto tiene sentido en el cuando el acceso a la información ha sido un valor preciado para la educación y formación de las personas a lo largo de los tiempos. Al transferir la gestión a profesionales y personas interesadas en organizar y dar acceso a esa documentación, las bibliotecas se convertían en valores a preservar de las leyes del mercado, para evitar conflictos entre preservación y rentabilidad. Y es necesario que eso continúe siendo así.
Lo que pasa actualmente es que tales instituciones han saciado una gran parte de la necesidad de empleo de especialistas, con lo que el ritmo de ofertas de empleo no crece al mismo ritmo que la demanda de ocupación en ese ámbito. Año tras año aumentará ese desajuste, exceptuando las épocas de oposiciones, bolsas de trabajo y oferta de plazas.
La administración no puede seguir creciendo indefinidamente, creando nuevas plazas de bibliotecarios: mantener esta estructura es costoso y debe justificarse al definir los presupuestos. Tal como oí en cierta ocasión: "¿Si hay que escoger entre una cama de hospital y un asiento más en la biblioteca, con qué te quedarías?". Si decides lo segundo, espero que nadie a tu alrededor se ponga enfermo.
Fuera de esto, la opción de iniciar una trayectoria profesional como becarios es algo a considerar con calma. Al igual que en otras profesiones, las becas y los convenios de formación no han proporcionado mucha más visibilidad al titulado, ni mucho menos han favorecido a mejorar su retribución. En los casos más reprochables, el becario acaba fotocopiando, trayendo el café o realizando tareas puramente administrativas, que no le exigen aportar ningún valor por lo aprendido en su carrera.
En su favor vale la pena decir que tales convenios son una puerta de entrada al mercado laboral, aunque en nuestro caso el principal ofertador de puestos es la administración pública.
Al lado de esto, la necesidad en el sector privado existe, y es urgente. Por ahora se subsana dentro de las empresas contratando personal no especializado o reasignando tareas a personal ya existente. Eso en sí ya es un primer paso, un paso positivo. Por parte del empresario, eso ya implica la identificación de la necesidad.
Pienso en la gestión documental porque es la aplicación más directa. La dualidad entre información digital e impresa, la gestión de versiones, gestión documental colaborativa, intranets de gestión documental, recuperación de la información, eliminar los archivos duplicados, reorganizar nuestra colección y nuestro fondo...
Tareas habituales, casi diría del 20% de tareas que generan el clásico 80% de la ley de Pareto. Y es que las necesidades del día a día imperan sobre disquisiciones y argumentaciones conceptuales sobre formas externas, reglas de catalogación o algoritmos de indexación semiautomática.
Lo que pasa es que se dan dos situaciones negativas que se complementan: Las capacidades y conocimientos del profesional de la información son desconocidas por los empleadores del sector privado. Por ese desconocimiento, cualquier mejora mínima de los criterios de organización y gestión documental (por lo general pueden ser mejoras de un carácter administrativo básico) son suficientes para justificar un esfuerzo básico. Ante esa mejora, el empleador percibe que no es necesaria la formación universitaria (con el incremento de salario que eso supone).
Me pasan por la mente muchas formas de expresar esta situación. Y hay una en concreto que es muy familiar para los profesionales de la información: relevancia. Por ahora no hemos sido capaces de dar relevancia a nuestros conocimientos cuando alguien busca personal que solucione el caos documental.
La clave es entender que las reglas cambian: no nos vendrán a buscar si no avisamos que estamos ahí. El estereotipo del bibliotecario con las gafas caídas pesa en las espaldas de quien se dirige al sector privado. Ese estereotipo durará el tiempo que se tarde en llevar a cabo una mejora en la gestión documental. Tampoco vale la pena rasgarse las vestiduras por el aclamado fenómeno de la intrusión: a diferencia del sector público, en el sector privado existe cierto nivel de meritocracia, con lo que la clave no está en un documento oficial, sino en las aportaciones y la implicación en el día a día.
A pesar de Google o precisamente por él, con o sin Wikipedia, basándonos o no en la sabiduría de las masas, la necesidad de organizar, gestionar y recuperar información existe. Cuanto más trasiego de información, más necesidad de cribar, organizar, y desechar. Aunque la proporción de información útil se mantiene, su volumen aumenta. Es por eso que crear reglas, criterios y hábitos de una gestión sostenible de la información implica dinero ahorrado, y por ello un margen de beneficios para las iniciativas en el sector privado.
La información es la fortaleza y el talón de Aquiles de las empresas: cada vez es mayor su valor, lo que sucede que ese valor se presenta en forma de riesgo: es necesario aprovecharla bien, o cualquier otro la aprovechará mejor. No sirve decir que de momento nadie lo hace, porque alguien empezará a hacerlo y luego no hay tiempo de ponerse al día: más vale tomar la iniciativa.
Por si alguien no tiene claro por dónde empezar, caben un par de datos interesantes: los facilitados en la coctelera: datos sobre nuevos alumnos en biblioteconomía y también documentación. Lo que dejan claro estos datos no es que la empresa privada no nos conoce: incluso los potenciales alumnos no tienen interés en conocernos. Es hora de cambiar el mensaje.
Yo empezaría por buscar un eslogan: propongo "El profesional de la información: lo que andabas buscando" :-D.
¿Estaré a punto de lanzar un Meme? No acosaré a nadie: si alguien se apunta, adelante.
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