El efecto Medici (Deusto, 2005) trata sobre innovación. A pesar de los que no piensan así, la innovación es clave, y es crítica. Lo es a muchos niveles, y en todas las áreas. Por ejemplo, en el entorno bibliotecario esta es una época de ebullición por la llamada biblioteca 2.0. Probablemente en la informática y las matemáticas en general eso esté más asumido, aunque en la informática, como área técnica con enfoque práctico, hay muchos problemas operativos por resolver. No es lo único, ni me voy a dedicar a enumerar todos los casos.
Lo primero es exponer la razón que lleva al título: Frans Johansson expone el poder que tiene la interdisciplinariedad, o como él lo llama, la intersección. Define el efecto Medici como la consecuencia que tuvo que los Medici pudieran reunir a un grupo tan grande de genios en un espacio tan concreto, y los intercambios que generó entre ellos para abrir las puertas del Renacimiento. No sé si abrió las puertas, pero desde luego fue un momento clave...
El libro se estructura en tres partes, desde mi punto de vista muy acertadas: qué es la intersección, cómo tiene lugar, y como se pueden crear las condiciones idóneas para innovar.
Esa diferencia provoca que a lo largo de una conversación puedan surgir sorpresas, algo sencillo pero hasta ese momento imperceptible. Algo híbrido y nuevo.
Esa hibridez surge del intercambio, una fusión o mestizaje entre conocimientos que no se habían combinado nunca hasta el momento. Ese mestizaje puede surgir en la evolución personal de alguien que vive en circunstancias diferentes, o bien entre personas que se encuentran y comparten ideas.
Es en esas ideas donde el autor introduce el ya conocido concepto de Meme. Y expone que la innovación puede entenderse como la evolución trasladada a la vertiente intelectual y cultural de los seres humanos. Por lo tanto, la diversidad cultural, y las mutaciones de la información son claves.
En el libro se nombran casos de éxito tan dispares como la capacidad dramática de los personajes en los dibujos 3D de Pixar, la capacidad de innovación en la cocina, o la teoría de la evolución de Darwin. Cada caso presenta circunstancias de eclosión de ideas en la intersección.
La primera parte del libro, en sí misma es una puesta en escena. Es por eso que proporciona poca substancia, así que paso a comentar la segunda y, especialmente, la tercera parte.
La primera de las claves, que ya he leído en otras partes, es generar activamente muchas ideas. Dar rienda suelta a la verborrea mental. Para no provocar desajustes mentales a quienes nos rodean, el autor propone la clásica libretita. Actualmente la grabadora del móvil es una buena solución.
Ante esa situación, cabe comentar unas conclusiones a las que han llegado diversos estudios sobre la lluvia de ideas: el mito de hacerlo en grupo funciona, pero acostumbra a ser peor que hacerlo individualmente. La razón es que la gente se coarta, o que simplemente la memoria instantánea donde se guardan las ideas fugaces no está preparada para razonar ante el resto. Es por eso que el autor sugiere la combinación del brainstorming con el brainwriting.
Después de la fase de euforia del brain-loquesea y de la habitual fermentación en el cajón, debe llegar el momento tranquilo de evaluar. Evaluar es un acto sosegado. No estará faltado de creatividad, pero para conseguir que las ideas tomen forma, es necesario dejar las prisas a un lado, e inspirarse.
Esto viene al caso porque el autor también nombra ciertos estudios en los que se puso a prueba la relación entre creatividad y presión. Los resultados fueron claros: la presión no favorece a la innovación. Si la persona que innova tiene presiones externas, dedicará más tiempo a controlar en "no pasarse" que en crear. Evitar la creación de estas barreras implica favorecer la innovación.
A eso hay que añadir una dura posibilidad: si tu red de contactos te limita a la hora de innovar (porque no quieras fallarle o porque rechazan tus intenciones), la innovación implicará alejarte de ésta. Cambiar de entorno. Quizá sea eso lo que necesites para innovar. Puedes pensar en casos de personas que se van al extranjero, que cambian de empresa, se alejan del entorno familiar... Es una posibilidad dura de aceptar, pero quizá pueda ser necesaria.
Aparte de la adecuación de la red, para convertir las ideas en innovación es interesante crear el ambiente y las condiciones adecuadas. De poco le serviría al músico la inspiración si está en un ambiente perturbador, y con pocos medios para plasmar su capacidad creativa.
Uno de los aspectos claves que remarca el autor es la capacidad de asumir los errores como parte inherente a la innovación y el éxito: de lo equivocado se sacan conclusiones e ideas nuevas. Es por eso que las empresas implicadas en la innovación deben valorar positivamente tanto los fracasos como los aciertos: lo que debe ser penalizado es la falta de actividad. Esa aceptación pasa por crear un ambiente libre de juicios de valor sobre los que se equivocan, porque hay diferencias substanciales entre el error y el fracaso.
Esta capacidad de aceptar los errores lleva a otro aspecto clave: mantener la motivación. Motivar un equipo que avanza soportando los bofetones de la innovación es algo realmente crítico. Si alguien es capaz de ponerse en la piel de quien innova sabe que debe tener una voluntad de hierro y un nivel alto de fe en su actividad. Acabar el dia y no tener claro si se ha hecho (ni que decir acabado) algo de provecho es algo que desgasta. Quizá ésta sea una razón más para buscar el provecho en el error.
Otro de los aspectos interesantes que me han llamado la atención es que la tarea de innovar se traslada a la planificación económica: es necesario reservar fondos en un proyecto para intentarlo dos o más veces: es muy poco probable que te funcione a la primera, o a la segunda. Pero eso no implica que estés en un mal camino: si encuentras la intersección y tratas de innovar mezclando, puedes encontrar el éxito. Lo que está claro es que en la mayoría de casos necesitarás medios económicos para conseguirlo.
Para mí esta es la parte mejor conseguida de todo el libro. Sin lugar a dudas. Tratándose de un libro donde lo que se trata es lo esencialmente diferente, me parece un gran mérito ser capaz de especificar una serie de principios básicos que permitan a cualquier persona o grupo innovar.
La tercera parte del libro me parece excepcional, por lo fundamentada, sencilla y coherente que la ha presentado el autor. Es por eso que recomendaría su lectura a quienes se quieren adentrar en el mundo de la innovación, ya sea a nivel profesional o personal.
Ahora bien, para aquellos que se dedican a innovar a diario y utilizan sus propias técnicas creativas (pocos en España por lo que dicen las estadísticas), el libro puede quedarse corto. Para esos perfiles, más creativos e incluso menos técnicos, el libro puede resultar una recopilación de casos de éxito, y poco más.
He leído un resumen de la primera parte del libro en casiseguro. Quizá os pueda aportar algo: ya podéis ir, no me pondré celoso :-D.
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